viernes, 17 de junio de 2011

La cadena alimenticia



Era un lugar oscuro, cuadrado y sin vida. Las rejas lo cubrían absolutamente todo y la luz roja del ocaso entraba enfilada por las ventanas. Todo el suelo estaba cubierto de heces de paloma, y había incluso alguna que otra paloma muerta. Me fijé un poco más en uno de los cadáveres que parecía estar más fresco y noté que tenía una especie de mordisco en un lateral. Del resto solo quedaban los huesos y algunas plumas.
Seguí por el pasillo con el ruido del quebrar de los cristales en mis pies. Avancé con una mano apoyada en la pared, carcomida por los años. El óxido estaba por todas partes y el ambiente era cada vez más pútrido.

Me seguía un chico joven y asustado. No supe nunca como se llamaba. Le encontré agazapado debajo de unas mesas que años antes habían servido para amueblar el comedor llorando e intentando no hacer ruido. Tras hablar con él y tranquilizarle decidimos huir de allí. Pero el edificio era tan rebuscado y había tantas naves, salas, pasillos, escaleras, patios y tantas celdas que resultaba fácil perderse allí.

Cada vez había menos luz y empezaron a oírse los primeros gemidos. Aceleramos el paso y llegamos a una estancia que constaba de tres pisos que se veían desde el bajo y en la pared derecha de cada uno de ellos había como quince celdas. De pronto y todos a una, fueron saliendo aquellos asquerosos seres de sus calabozos arrastrándose y gimiendo lastimosamente. Por un instante nos quedamos petrificados, pero pronto detectaron nuestro olor y corrieron hacia nosotros. Parece que las palomas les abrieron el apetito.

Huimos esquivando toda clase de mesas tiradas, agujeros en el suelo, escaleras... siempre buscando la poca luz que había allí. Ya casi podía notar esas uñas amarillas y sucias arañándome la nuca.

En un giro a derechas vimos un gran portón rojo de óxido y una pequeña puerta abierta a su lado. Corrí como nunca hacía la salida pero la bloqueó uno de esos monstruos. A la velocidad que iba no podía pararme a pensar así que reuní valor y plaqué a la bestia derribándola y dejando el camino libre. Al fin en la calle di un par de zancadas hasta la carretera y me dí la vuelta a esperar al joven.

Le vi salir como un gamo, pero de esos gamos pequeños, y débiles que aún no tienen experiencia y se presentan como la presa más fácil. Así el zombie que estaba en el suelo alargó el brazo agarrando el tobillo del pequeño gamo y haciéndole caer. El resto de los engendros no andaban muy rezagados y sin darle opción se abalanzaron todos sobre él devorándole. La escena comenzó a ser asquerosa, sangre y vísceras salían a borbotones por todos lados. A mi me parece bien que coman, pero con la boca cerrada y cubiertos por favor.

Por mi parte no me quedé a mirar el festín. Aproveché su distracción y corrí por la carretera. Pronto me perdí en la noche albergando aún alguna esperanza.


Recomendación: The Zombies - Time of the season

Escuchar en Spotify

Video:


Paulus M.

3 comentarios:

Alina Morricone dijo...

Miedo, terror y pavor...

MONÓLOGOS FELINOS dijo...

Me ha encantado: Has conseguido una carga visual q no siempre es fácil!
(Y espero la continuación, pq además soy fan de los relatos y pelis de terror desde q era chiquita...)

Eres un crack!

ABRAZOS,

Male.

[H/C]--(S) dijo...

Que chisque la palabra pútrido ^^

Mola mola!