El sol pegaba en la nuca como nunca. Podía sentir cada gota de sudor recorriendo la espalda. La ropa estaba empapada. Pesaba como si estuviese tejida en plomo hundiéndole cada vez más en la arena. La lengua seca, la garganta rasposa, la piel curtida, los ojos llorosos y repletos de arena.
Cuando llegó a la cima de la duna consiguió ponerse de pie. No sin cierta dificultad pudo ver la vasta amplitud del desierto. La maldita arena lo cubría absolutamente todo y el calor hacía que el horizonte se desdibujase en curvas vaporosas. Le pareció ver un brillo más allá de la arena. Quizá un espejismo, quizá el reflejo de una piedra bien pulida, quizá su última esperanza.
Un soplo del desierto le tiró duna abajo revuelto en un alud de arena. Desorientado gateó en busca de aquel brillo y fue en ese momento cuando la arena comenzó a derretirse. En aquel valle de dunas se estaba formando un remolino de barro rojo y a cada vuelta se hundía más y más. Pronto el barro le llegó hasta la barbilla, la boca, la nariz...
Brillos. Luces. Rojo. Naranja. Amarillo. Y aquel destello...
Abrió los ojos. La cortina se movía con el viento y de vez en cuando el sol le daba en la cara. A su lado estaba ella, abrazándole.
Canción recomendada: Wilco - Sky Blue Sky
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Video de la canción:
Paulus M.
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