domingo, 25 de abril de 2010
Ey teacher!
Volvía a casa... solo, único, inimitable. Un paso, otro, otro más. Uno, dos, tres. Automático.
El único ruido, mis zapatos que hacían de metrónomo marcándome un ritmo del que no podía escapar.
Un tropezón afortunado quebró toda esa estructura. ¿Libre al fin? Una sensación de euforia recorrió mi cuerpo y eché a correr. El corazón se aceleraba, el sudor me recorría la frente, jadeaba. El viento corría ahora en mi favor, empujándome la espalda.
-Quieto... Basta... ¡PARA!
-¡NO!
¿Qué somos? ¿Soy único? ¿O solo soy un ladrillo más en el muro?
Nos fabrican. Cada vez somos menos personas y más autómatas. Vivimos en una sociedad que nos moldea, que nos inyecta prejuicios, que nos roba humanidad.
¿Por qué hay pensamientos que son reprimidos? ¿Qué hay de malo en ser diferente? Ser diferentes es lo que nos caracteriza. Somos la única especie con capacidad de raciocinio que nosotros conozcamos. Estamos quizá solos en una vasta inmensidad llamada universo. Solo nosotros somos únicos. Cada uno de nosotros esta solo en ese camino. El camino de darte sentido. No hay un solo sentido, cada cual buscará el suyo propio. Pero nos tienen que dejar.
Dejadnos ser libres. No nos dirijáis a un sentido prefabricado. Cada uno se tiene que encontrar.
-Hey! Teachers! Leave them kids alone!
Canción recomendada: Pink Floyd - The Wall
Película "The Wall"
Fdo. Paulus Magister
miércoles, 14 de abril de 2010
ESCENA 3: Rutina.
Te despertaste ayer como todos los días desde hace ya un par de años: Atropellado por el tiempo.
Cogiste el tazón, lo llenaste hasta el borde de leche fría y lo intentaste adornar con un poco de Cola-cao pero tu pulso a esas horas de la mañana impidió medir la cantidad y el vaso acabó más negro que la noche.
Fuiste a por tus pantalones y zapatos -La camisa había dormido con él-, para ir a trabajar.
Después ya en la puerta, agarraste la cazadora, las gafas de sol, las llaves del coche y bajaste al garaje donde arrancaste el motor después de tres intentos -Como siempre-.
Saliste a la calle, giraste a la derecha, luego a la izquierda y tras conducir durante horas sin música, ni compañía alguna por la carretera que conducía al desierto, paraste el motor, agarraste la pala, abriste el maletero y la enterraste allí mismo, en la cuneta.
Canción recomendada: Paris, Texas (Ry Cooder)
Escuchar en Spotify
El vulgar secuaz.
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